Por Claudio Salvalaggio - El acuerdo para la tregua en Gaza y la liberación de los rehenes retenidos por Hamás es una victoria de dos: el presidente saliente Joe Biden y su sucesor Donald Trump, quien, aunque aún no asumió el cargo, lleva semanas interviniendo con fuerza en varios expedientes, incluido el de Medio Oriente.
Es extraño que los dos adversarios anunciaran el inminente punto de inflexión el mismo día, lunes.
"El acuerdo está a punto de cerrarse", reveló el comandante en jefe, que espera sellar su presidencia con este éxito diplomático, aunque sea tarde y haya costado demasiadas víctimas.
"Estamos muy cerca. Entiendo que hubo un apretón de manos y están ultimando los detalles, tal vez para el final de la semana", se hizo eco el magnate poco después en una entrevista con Newsmax.
Además, los respectivos equipos de seguridad nacional han permanecido en estrecho contacto y coordinados, tras un entendimiento entre ambos líderes en la Oficina Oval sobre este frente de guerra.
El acuerdo es fruto y mérito de una larga e incansable mediación diplomática de Biden, su secretario de Estado, Antony Blinken, su asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, y el jefe de la CIA, William Burns.
Un esfuerzo de 15 meses que puso a prueba duramente las relaciones entre Estados Unidos e Israel y que los demócratas pagaron en términos electorales, con las protestas de los manifestantes pro-Gaza que todavía hoy persiguen a sus dirigentes, acusándolos de "genocidio".
Pero es plausible pensar que todos estos esfuerzos tal vez no hubieran dado frutos sin la presión del magnate sobre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y sus repetidos ultimátums a Hamás, con la amenaza de desatar el "infierno" en Medio Oriente si no libera a los rehenes antes de su toma de posesión.
Trump quiere empezar su mandato con el menor número de frentes abiertos posible, pero la patata caliente de Gaza recaerá sobre su presidencia: será su administración la que supervise la plena implementación del acuerdo, que la actual Casa Blanca dividió en tres fases para allanar el camino hacia una tregua permanente.
Y aquí surgen las preguntas y las diferencias con la administración Biden, que hoy a través de Blinken relanzó la solución de dos Estados pidiendo a Israel un camino hacia un Estado palestino "atado a un calendario y basado en condiciones".
El jefe de la diplomacia estadounidense también propuso un plan que confiaría la Franja de posguerra a la Autoridad Nacional Palestina junto con la ONU y socios extranjeros, en particular los estados árabes, que proporcionarían fuerzas para una misión de seguridad provisional.
Trump, que ha nombrado un equipo de halcones pro-israelíes en Medio Oriente, no cree en la solución de dos Estados y desconfía de las capacidades, así como de la credibilidad, de la Autoridad Palestina.
Queda por ver cómo utilizará su política muscular.
El objetivo, también perseguido por Biden, es normalizar las relaciones entre Israel y los saudíes, coronando así los acuerdos de Abraham que lanzó en 2020. Pero el camino para llegar allí no puede ignorar el futuro de la causa palestina.
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