"Los aranceles cobrados son ridículos, sobre todo teniendo en cuenta la extraordinaria generosidad concedida a Panamá por parte de Estados Unidos", acusó el magnate, mencionando después el riesgo de que Pekín se apodere del canal.
"Cuando el presidente Jimmy Carter lo regaló estúpidamente, por un dólar, le correspondía exclusivamente a Panamá gestionarlo, no a China ni a nadie", atacó al presidente electo, insinuando que podría terminar "en malas manos". Estados Unidos "debe recuperar el canal porque es fundamental para el comercio estadounidense y el rápido despliegue de la Marina en caso de una emergencia de seguridad. El gobierno local tendrá que aceptar nuestra petición", insistió durante un acto en Arizona, horas después.
La respuesta de las autoridades del país centroamericano no se hizo esperar. "Cada metro cuadrado del Canal es de Panamá y lo seguirá siendo", respondió el presidente José Raúl Mulino.
"La soberanía y la independencia de nuestro país son innegociables para todos los panameños, aquí y en todo el mundo lo lleva en el corazón y es parte de nuestra historia de lucha y de conquista irreversible", subrayó Mulino en un mensaje a la nación difundido en las redes sociales y los medios de comunicación.
El punto estratégico de tránsito global que conecta los océanos Pacífico y Atlántico fue construido por Estados Unidos durante la administración del presidente Teddy Roosevelt en 1941 y sigue siendo su principal cliente, responsable de alrededor de las tres cuartas partes de las mercancías que pasan por allí cada año.
China ocupa el segundo lugar, y una empresa china con sede en Hong Kong controla dos de los cinco puertos adyacentes al canal, uno a cada lado. En 1977, el entonces presidente Carter negoció los tratados Torrijos-Carter, para la transferencia del control a las autoridades de Panamá, y el de neutralidad de la franja de agua. Después de un período de co-administración hace veinticinco años, Washington finalmente renunció al control.
El ataque de Trump al canal es solo el último ejemplo del cambio que el presidente electo hará en la política exterior una vez regrese a la Casa Blanca, especialmente con respecto a China y Europa.
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